Triple Alianza

La invasión de Corrientes

6 de junio de 2023

La invasión de Corrientes
Invasión de Corrientes por Paraguay

En abril de 1865, Paraguay tomó la iniciativa e invadió la Provincia de Corrientes. Tenían una estrategia en mente: encontrar aliados entre la gente de Corrientes. Recordemos que en esa época la Argentina aún no estaba unificada, y la gente de allí desde hace mucho tiempo tenía diferencias con Buenos Aires. El plan empezó con buen pie, ya que Paraguay logró rápidamente reunir un ejército de 1.000 valientes correntinos dispuestos a luchar a su lado.

Un jueves 13 de abril, los soldados paraguayos lograron capturar dos vapores argentinos llenos de armas, el "25 de mayo" y el "Gualeguay" en el puerto de Corrientes. Estos barcos fueron llevados a Humaitá, la base paraguaya. Al día siguiente, 4.000 soldados paraguayos liderados por el general Wenceslao Robles desembarcaron en Corrientes y ocuparon la ciudad. Junto a ellos venía José Berges, el canciller paraguayo, quien estaba encargado de convencer a los correntinos de unirse a su causa.

Con el paso de los días, Robles logró reunir un impresionante ejército de 25.000 hombres. Mientras tanto, en Encarnación, otros 9.000 soldados estaban listos para marchar hacia el río Uruguay.

Cuando el gobierno argentino se enteró de estas movilizaciones, reaccionó rápidamente. Enviaron tres buques llenos de soldados liderados por el general Wenceslao Paunero rumbo a Misiones. También enviaron 1.500 jinetes por tierra, liderados por el general Nicanor Cáceres. La batalla estaba a punto de suceder, solo faltaba que los dos ejércitos se encontraran.

Combate de 25 de mayo o Corrientes

El general Paunero tenía la misión de frenar el avance de las fuerzas paraguayas el mayor tiempo posible. ¿El motivo? Quería dar tiempo a las tropas de la recién formada Triple Alianza (Argentina, Brasil y Uruguay) para reunirse en el campo de Concordia, a la orilla del río Uruguay.

Pero los paraguayos no se detenían, ya que ni las fuerzas de Cáceres y Paunero juntas serían suficientes para resistir una batalla a campo abierto contra los paraguayos.

Recién el 23 de mayo, gracias a la captura de unos soldados paraguayos por la flota brasileña, se descubrió que los paraguayos habían abandonado Corrientes para avanzar hacia el río Uruguay, dejando sólo a 1.500 soldados en defensa de la ciudad.

El general Paunero, lleno de determinación, creía firmemente que las fuerzas argentinas y brasileñas juntas podrían recuperar el control de Corrientes. Tenía un plan: enviar a 1.200 de sus hombres por el este, hacia uno de los puertos de la ciudad, para desembarcar en tierra. Al mismo tiempo, las tropas del general Cáceres, 1.500 jinetes, entrarían por tierra desde el sur, atrapando a los paraguayos en la ciudad. La única salida para los paraguayos sería hacia el río Paraná, pero allí estaría esperando la flota brasileña comandada por el almirante Francisco Manuel Barroso, con sus 1.300 soldados y una cantidad impresionante de cañones.

Los paraguayos, liderados por el sargento mayor José de la Cruz Martínez, contaban con unos 1.500 hombres, distribuidos en tres lugares: la plaza 25 de mayo, el Cuartel de la Batería y los suburbios del sur. Aunque estaban en menor número, estaban listos para defender la ciudad hasta el final.

Asalto a la ciudad de Corrientes

En la mañana del 25 de mayo, la silueta de 3 buques argentinos y 8 buques brasileños emergió desde el río Paraná. Fueron avistados por el buque paraguayo Pirabebé, que al percibir la superioridad del enemigo, zarpó río arriba para alertar a las unidades terrestres en Corrientes y retornar al campamento paraguayo Paso de Patria.

Al filo de las 10 de la mañana, la flota enemiga navegó frente al centro de la ciudad, la plaza 25 de mayo, donde 700 defensores paraguayos se encontraban en guardia. Los buques enemigos dispararon sus cañones de grueso calibre contra los paraguayos, que rápidamente buscaron refugio. Pero la flota no se detuvo allí para pelear, sino que siguió su ruta hacia el norte, con destino al Cuartel de la Batería.

A las 3 de la tarde, las fuerzas enemigas llegaron al cuartel, desencadenando un intenso bombardeo contra las posiciones paraguayas. Luego de debilitar la defensa con su potente artillería, las tropas argentinas desembarcaron, aunque un error de coordinación las dejó bajo el fuego de sus propios buques por unos minutos. Esta confusión fue aprovechada por los paraguayos, que respondieron con disparos desde el cuartel.

Tras minutos de arduo combate, las tropas argentinas alcanzaron los muros del cuartel. Dejaron sus armas de fuego a un lado para enfrentar cuerpo a cuerpo a los defensores con sus espadas. A medida que pasaba el tiempo, más soldados argentinos desembarcaron, haciendo insostenible la resistencia paraguaya.

Ante la superioridad numérica enemiga, los paraguayos abandonaron el cuartel por la retaguardia, en dirección a la orilla del río y el puente. Allí, los desniveles del terreno les proporcionaron cierta protección. En ese momento, el fuego de los cañones cesó, pero esto no era señal de buenas noticias para los paraguayos, los buques habían dejado de disparar para permitir que las tropas brasileñas puedan desembarcar y sumarse al ataque junto a las argentinas.

Pese a que los paraguayos mantuvieron el orden y lograron hacer retroceder a sus enemigos varias veces, la presión de las fuerzas aliadas era incesante. En un momento, las fuerzas argentinas retrocedieron al ser bombardeadas con cañones. Creyeron que estaban siendo atacados por sus propios buques, pero en realidad, eran los cañones paraguayos que los cubrían desde el puente. Esta pausa permitió a los paraguayos cruzar el puente y tomar una posición más ventajosa.

Al darse cuenta de esto, las tropas argentinas avanzaron decididamente para retomar esta posición y llegaron hasta el puente. Allí, ambos bandos intercambiaron fuego en un tiroteo infernal. Los paraguayos tomaron ventaja y lograron hacer retroceder a los argentinos, quienes se replegaron al Cuartel de la Batería.

La batalla se extendió por unas horas más, y el sargento mayor de la Cruz Martínez comenzó a notar la escasez de municiones. Tuvo que tomar una decisión difícil: esperar refuerzos desde Humaitá era muy arriesgado, y seguir luchando tampoco era viable, pues se quedaban sin municiones y no quería perder más soldados. Así que decidió abandonar la batalla hasta recibir refuerzos, con los que intentaría retomar la ciudad de Corrientes.

Los aliados tampoco persiguieron a los paraguayos en su retirada, confiados en que las tropas de Cáceres que venían por el sur los alcanzarían. Sin embargo, este encuentro nunca sucedió, ya que el camino fue más largo de lo esperado y las tropas de Cáceres llegaron a horas de la noche. Los paraguayos llegaron a salvo a la localidad de Las Lomas, 2 km al sur de Corrientes.

Consecuencias

La batalla tuvo un costo humano considerable:

  • Las fuerzas brasileñas sufrieron 3 muertos y 13 heridos.
  • Las fuerzas argentinas tuvieron pérdidas de 300 hombres entre muertos y heridos.
  • Los paraguayos, por su parte, sufrieron 400 bajas entre muertos y heridos.

Las tropas argentinas ocuparon la ciudad y festejaron toda la noche con bailes, bebidas y fuegos artificiales, incluso saquearon la ciudad.

Al día siguiente, el general Paunero decidió abandonar la ciudad de Corrientes, temiendo un contraataque de los paraguayos desde Humaitá. Además, se produjeron desacuerdos con las fuerzas imperiales del Brasil que parecían tener otros planes.

Una vez que las fuerzas aliadas abandonaron Corrientes, el Mariscal López ordenó al general Wenceslao Robles que retomara la ciudad. Sin embargo, Robles desobedeció, creyendo imprudente retroceder después de los avances realizados. Además creía que si Corrientes había sido abandonada por los argentinos entonces tampoco había necesidad de hacerlo. 

La insubordinación del general Robles le costó la vida, puesto que en enero de 1866, López ordenó su fusilamiento.